sábado, 19 de julio de 2008

Y Ronda...


Como ya sabies algunos (en realidad pocos), no solo me dedico a componer canciones, también me gusta escribir poemas, aunque nadie debería llamarme poeta, no creo que ese sea un título que merezca aún.
Ahora que la propiedad intelectual me cubre las espaldas, empezaré a publicar algunos poemas, pero no demasiados, no hay nada como la página para saborear la poesía, no me gustan demasiado las pantallas, aunque habrá que acostumbrarse.

Este poema, está dedicado a Ronda, maravillosa ciudad que me vio nacer. Hay muchos poetas que ya escribieron a Ronda (Jose Mª Tornay, Perez Clotet, Rilke...), no soy nada original. Bueno, sólo he pretendido rescatar la esencia de su magia a veces tan fantasmagórica, y su virtud de ser una de las ciudades más bellas a pesar del mundo. No hay más preámbulos.


Y Ronda


En la frontera de lo puro
donde la luna no es de miel
sino de leche,
el ensueño descansa contra un muro
como quien se defiende.
Las almenas de hiel desafían
las agujas de un reloj de un campanario,
las mujeres embozadas desconfían
de un futuro confiado a mercenarios.
La alameda, que en otoño se disfraza
y a sus árboles torna bocabajo
pareciendo sus ramas sus raíces
y sus copas el suelo transitado.
Como casitas de papel bajo la lluvia
que bautiza tus tejas somnolientas
te desvaneces en el vaho de tu niebla,
de tu garganta que el aire enturbia.
Algazara de crines claroscuros
que resuenan rebotando en las calesas
bosquejando en la arena la locura
de una turba sumergida en fiestas.
Con tu albura ciegas al visitante,
la beldad se desprende de tus mitos,
acoges a los hijos del infinito
sembrando acíbar en el emigrante.
Deidad del monumento al ser osado,
tierra que amamanta tus olivos,
racimos moscateles bien logrados,
vestigios de tus aires más altivos.
Eterna juventud embalsamada
al filo de la luz de lo imposible,
historia de la historia encrucijada
en manos de un reino inaccesible.
El aire, que tímido despierta
y esculpe el murmullo de un ciprés
baila con las hojas y concierta
la cita de la música al revés:
Allegro ma non tropo y sforzando,
ad líbitum, cadencia y otra vez,
instrumentos de mentira están tocando
funerales medievales de honradez.
Palpita el azul del cielo
provocando el vuelo fugaz
del ave del blanco perpetuo
dibujante de sones de paz.
En el lecho azul de las nubes
la brisa que descansa entre algodones
mira taciturna tus rincones
y tiembla de belleza que consume:
verdor, pedrería, forjas vigilantes,
cuadro impresionista de tierra honda,
lo puro es la frontera de las calles
la brisa, loca, grita sorda
“y Ronda”…

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